Argumentos A Favor del Compañere

Mauricio Valentinoti Palacios
4 min readSep 5, 2021
Foto de Radio Fórmula

El lenguaje inclusivo se volvió nuevamente tema de conversación a raíz del video en donde Andra (alumne del Tec de Monterrey) le indicara a su compañero que ella es su compañere, no su compañera. De hecho, en el video se puede notar que al lado de su nombre están los pronombres que usa (él y elle). Solicitud clara que quedó lejos de ser respetada en su clase.

Mucho se ha escrito y dicho ya sobre el amplio espectro de género que existe. Una persona puede fluctuar entre géneros y no identificarse total o parcialmente en el binarismo. Es por ello que, además de los pronombres comunes como “él” y “ella”, también existe un pronombre neutro o no binario que es “elle”. Sobre el uso de este pronombre y de las implicaciones gramaticales que tiene (por ejemplo, decirle a alguien que es “divertide”), existen todavía argumentos en contra. Posiciones que se pueden contraargumentar de la siguiente forma.

Hay quienes dicen que el uso de la “e” al final de un adjetivo es una aberración gramatical. Nada más alejado de la realidad. Varios lingüistas se han posicionado al respecto y en conjunto señalan que esta postura obedece más a un sentido ideológico que gramatical. Debido a que el sutil cambio en el adjetivo, es gramaticalmente adecuado y no representa un cambio estructural en la gramática de la lengua, tales como la conjugación de verbos, la estructura de las oraciones o la ortografía. Cabe aclarar que la realidad desborda a la gramática. Nosotros no deberíamos estar al servicio del lenguaje, sino que el lenguaje debe estar al servicio de nuestra sociedad. Si nuestra sociedad cambia, el lenguaje también debe hacerlo.

Otros dicen que el español es un lenguaje inclusivo. Esto puede ser una verdad para quien no ha sentido su identidad violentada de maneras que pasan desapercibidas, como al conversar casualmente. El español y las lenguas romances, provienen de contextos históricos profundamente machistas. Se entiende que la evolución del lenguaje obedeció a este marco de funcionamiento social. Sin embargo, no es la norma global de léxico. Idiomas como el inglés o el alemán poseen pronombres y adjetivos neutros que son ampliamente utilizados, lo que ha facilitado la asimilación de un pensamiento más inclusivo en las sociedades que hablan dichos idiomas. En cambio, los pueblos que hablamos derivados del latín, nos cuesta un poco más.

Finalmente, hay quienes dicen que esto es una moda pasajera. Señalamientos similares se hicieron cuando comenzaron a rebelarse esclavos afrodescendientes, o cuando las mujeres empezaron a manifestarse para exigir su derecho al voto. Nada es tan seguro en esta vida como el cambio. En este caso, la comunidad LGBT+ es sumamente amplia y cada vez tiene más alcance. Lo que les ha permitido crecer su cartera de derechos, que anteriormente eran todavía más violentados.

Las acusaciones a la población joven, como llamarles “generación de cristal”, es la prueba irrefutable del alcance y amplitud que tiene la voz de quienes están hartos de callar siglos de represión social y que están dispuestos a cambiar las cosas, para su beneficio y el de las generaciones por venir. Ante esto, se le debería llamar “generación de acero”, por que son los que les ha tocado pelear la guerra más difícil. No en trincheras y con armas contra personas extrañas. Sino contra las personas que más aman, sus propios padres y madres, sus amistades y familiares. Tal vez el cambio de una letra no signifique mucho para personas que no hemos sido violentados por nuestro propio idioma. Pero para otras, sí puede significar el mundo entero. Puede ser la diferencia entre gozar de su propia identidad, o tener que vivir atrapados en una máscara que no se pueden quitar para respirar. Exponiéndoles a situaciones de riesgo ante gente insensible o, peor aún, violenta y homofóbica.

No estamos obligados per sé a usar todo el tiempo un lenguaje inclusivo a donde vayamos. Pero sí estamos obligados a empatizar con los demás para convivir armoniosamente y nada mejor que empezar por utilizar un lenguaje que incluya a todas, todos y todes, sobre todo en presencia de quienes así se sientan en un espacio seguro que les incluya. Podemos preguntar a alguien que acabamos de conocer cómo prefiere que le llamemos, tanto por nombre como por pronombre. O alguien por su propia iniciativa (y una pizca de valentía) nos puede mencionar como quiere que le llamemos, como Andra a su clase. Así a nosotros simplemente nos quedaría respetar su derecho a la identidad y llamarle como quiera. Una forma tan común, respetuosa y fundamental, que para nuestra sociedad no debería ser difícil.

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Mauricio Valentinoti Palacios

International Relations Topics Analyst | ENG & ESP | Since 1995 | Take a look at my academic portfolio: https://itesm.academia.edu/ValentinoPalacios