Nada es lo que Parece en Afganistán

Mauricio Valentinoti Palacios
4 min readAug 16, 2021
Foto de Hindustan Times

Afganistán está una vez más en el borde de un nuevo precipicio. Siendo más tumba que cuna de grandes imperios a lo largo de la historia, este lugar en el planeta nos ha demostrado que la ambición humana poco puede construir en un territorio tan accidentado con un tejido social igual de fragmentado.

“El corazón de Asia” aparenta estar disputado entre los Talibanes y el gobierno afgano. Los Talibanes (cuyo nombre significa “estudiantes”) son un grupo fundamentalista islámico, creado en un inicio por miembros del pueblo pastún como reacción a la invasión soviética del siglo pasado, que busca instaurar un Emirato Islámico en Afganistán. Durante la invasión estadounidense, dieron refugio a Osama Bin Laden y a partidarios de Al Qaeda en sus bases. En esencia, los Talibanes han buscado, tanto por el diálogo como por las armas, establecer un gobierno islámico, basado en la sharía (ley islámica) en Afganistán. El gobierno afgano, presidido por Ashraf Ghani, llegó al poder después de una serie de elecciones acusadas de fraude durante la década pasada. Dicho gobierno ya no gobierna de facto, pues los Talibanes han tomado el control del país. A excepción de la zona circundante al aeropuerto de Kabul que controla el ejército de Estados Unidos, donde familias de civiles afganos y diplomáticos extranjeros, buscan una oportunidad para ser evacuados del país.

Tristemente y como todo en la vida, nada es lo que parece. La situación en Afganistán no ha sido provocada por la lucha de poder entre los Talibanes y el gobierno afgano respaldado por Estados Unidos. Ese es el nivel del juego en el que se encuentra esta partida. En realidad, la situación proviene de una larga lucha entre fuerzas extranjeras que han utilizado al país como tablero para sus guerras subsidiarias (conocidas por el mundo anglosajón como proxy-wars). Por simple lógica, un grupo de Talibanes no pudo haber crecido de la forma en que lo hizo en menos de una década sin apoyo adicional. Su negocio principal, que es el cultivo de amapola para carteles de la droga y la venta de esclavos para explotación de toda índole, generan buena parte del ingreso necesario para la subsistencia del grupo. Sin embargo, su lucha en sí es financiada por facciones extremistas islámicas que aún creen en el establecimiento de un gran califato islámico que abarque desde Irán hasta el norte de Pakistán, engullendo a Afganistán de por medio. Son precisamente las facciones extremistas de la política pakistaní, las que han sido acusadas de financiar la campaña de terror del grupo talibán, para compensar dos asuntos pendientes. El primero, la pérdida de control sobre la región del Cachemir. El segundo, para ganar nuevamente terreno en la guerra fría que ha protagonizado con India para obtener el terreno alto en esa región del mundo.

El golpe de estado sufrido en Afganistán a manos de los Talibanes, es en términos prácticos una invasión de Pakistán. La cual constituye un acto de agresión, descrito así en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas y (en teoría) deberían ser sancionados. Sin embargo, la comunidad internacional no ha sancionado al gobierno pakistaní, tal y como ha hecho con Rusia y China. Presumiblemente por dos razones. Pakistán es una potencia nuclear mediana que está demasiado cerca de su enemigo político natural (la India), y es un país con enormes reservas minerales recién descubiertas que podrían ayudar al mantenimiento de la industria energética del continente. Las facciones políticas radicales de Pakistán, reconocieron estas ventajas hace mucho y supieron aprovechar el momento para empujar la agenda de “profundidad estratégica islámica” para generar movimientos políticos alineados con su doctrina. Para así, eventualmente, generar condiciones favorables para el crecimiento de su ideología y contrarrestar la influencia fulminante de la India en la región.

Mientras la comunidad internacional decide qué hacer, 40 millones de afganos temen por su vida y estabilidad. Sobre todo, millones de mujeres y niñas que están en peligro inminente. Pues ya hay casos de usurpación de menores y mujeres para casarlas por la fuerza con militantes islámicos. A ello le acompañan tristes historias de violación, de abuso y de marginalización de todo derecho a las mujeres en ese país. La impunidad que sufren es, en este caso, producto de la inacción, la ingenuidad y la negligencia de EEUU y de una comunidad internacional que no se dedicaron a terminar de construir las bases para una Afganistán próspera. Y que no quisieron actuar ante los verdaderos culpables de estos hechos lamentables. La historia les juzgará.

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Mauricio Valentinoti Palacios

International Relations Topics Analyst | ENG & ESP | Since 1995 | Take a look at my academic portfolio: https://itesm.academia.edu/ValentinoPalacios